“Si hacemos el bien por interés, seremos astutos, pero nunca buenos” Cicerón.

“Si hacemos el bien por interés, seremos astutos, pero nunca buenos” Cicerón.

Cuando hacemos un favor o respondemos a la petición de alguien que necesita ayuda para resolver un problema, nuestra reacción habitual suele ser colaborar para que esa persona pueda salir adelante. En general, tratamos de aportar soluciones o, al menos, ideas que puedan aliviar la carga de quien recurre a nosotros de forma sincera. Si logramos resolver el problema, la otra persona se siente agradecida, y nosotros experimentamos la satisfacción de haber ayudado de manera altruista. Esto se debe a que, en muchas ocasiones, consideramos que cualquier persona merece nuestra ayuda, dependiendo de la situación que se haya gestado. Así, podemos percibirnos como individuos que actúan de forma desinteresada por los valores que nos caracteriza.

Ayudar de forma desinteresada a las personas.

Ahora, bajo lo lógica de que, si ayudamos a alguien en cualquier tipo de favor, eso nos cataloga de forma automática como; ¿una persona buena? pues, habría que analizar si nuestras intenciones fueron verdaderamente altruistas, o, hubo un interés de por medio que justificara nuestra intervención en querer ayudar alguien para luego ganarnos su confianza, y conseguir un beneficio a corto, mediano y largo plazo. Si este fuera el motivo principal para ayudar a alguien, pues, seriamos una persona que actúa solamente con base a un interés de obtener algo a cambio, porque consideramos que esa persona en particular debiera estar en nuestra circulo para brindarnos su ayuda en cuanto nosotros pudiéramos requerirlo. Y otra razón más, es para que nos tenga presente en su mente, en caso que necesitara otro tipo de solicitud en áreas más relacionada al ámbito profesional. 

Actuar con interés no debe ser juzgado como algo inherentemente bueno o malo, ya que es parte de nuestra naturaleza humana. A menudo, los favores son intercambios implícitos que refuerzan la confianza mutua. Construir relaciones de este tipo no necesariamente implica malicia, pero sí refleja que nuestras acciones están motivadas por objetivos personales, aunque a veces los disfracemos como actos de «buena fe». Por lo tanto, tener un interés genuino en el bienestar del otro es esencial para que estas dinámicas funcionen de manera equilibrada.

Por otro lado, existen personas que realizan favores sinceramente, sin esperar nada a cambio. Estas personas suelen estar guiadas por valores como la humildad o el altruismo, que muchas veces son inculcados desde la religión o la educación familiar. Para ellas, ayudar al prójimo es un acto desinteresado, una forma de servir sin medir las posibles recompensas. Aunque este tipo de actitud pueda parecer escasa en los tiempos actuales, es importante reconocer que quienes actúan así lo hacen desde una profunda convicción personal.

Quizás, esta mención de valores que debe tener una persona que realiza favores sin nada a cambio, sea muy escueta, pero, lo que debe importarnos es que pueden haber condicionantes que moldean a una persona a realizar ciertas acciones sin medir que lo pueden obtener a cambio, porque en su mentalidad está inculcado la importancia de ser alguien de servicio para todas las acciones que debe realizar en su vida cotidiana. 

El interés para toda acción

Analizando la frase “Si hacemos el bien por interés, seremos astutos, pero nunca buenos” del político y filósofo Cicerón, podemos observar que, en la mayoría de los casos, nuestras acciones tienen algún tipo de interés implícito. Esto es especialmente evidente en contextos cotidianos como el trabajo, la familia o las amistades, donde solemos mantener buenos lazos pensando en los beneficios que esas relaciones nos pueden ofrecer. Actuar sin esperar nada a cambio requiere un nivel de desprendimiento poco común y una sólida base de valores. Incluso quienes ayudan desinteresadamente pueden ser admirados por su generosidad, aunque deberían evitar caer en el deseo de reconocimiento, ya que eso contradice la esencia de su altruismo.

No buscar reconocimiento por nuestros de actos de buena fe.

Si nos vanagloriamos por este tipo de acto, o servicios caemos en esa actitud de buscar el reconocimiento por ser alguien bueno de modo forzado. 

No debemos vanagloriarnos por nuestra mente.

En el contexto actual, resulta difícil determinar si existen personas completamente desinteresadas al realizar favores, ya que nuestra naturaleza nos lleva a buscar aceptación y reconocimiento social. Este comportamiento no es negativo per se, sino una estrategia de supervivencia y de construcción de relaciones. La astucia, en este sentido, se convierte en una herramienta clave para avanzar en nuestras metas personales, integrando los favores dentro de un plan más amplio de vida.

Finalmente, somos nosotros quienes decidimos dar un sentido a toda acción que realizamos de favor a una persona en cuestión. Si está bien, o está mal, eso da lo mismo ya que cada uno tiene su propia conciencia para determinarlo, según sus valores, y lo que esté buscando. Cada quien determina cómo quiere actuar y con qué propósito, dejando a la reflexión personal la evaluación de sus motivaciones.

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