Todo el mundo ve lo que aparentas ser, pocos experimentan lo que realmente eres

“Todo el mundo ve lo que aparentas ser, pocos experimentan lo que realmente eres” Nicolás Maquiavelo

“Todo el mundo ve lo que aparentas ser, pocos experimentan lo que realmente eres” Nicolás Maquiavelo.

Cuando las personas a nuestro alrededor observan cómo nos comportamos en determinadas situaciones, la mayoría podría pensar que nuestra personalidad está marcada por nuestras aptitudes y acciones, las cuales adoptamos en un entorno donde interactuamos con otras personas. Buscamos conectar con individuos que nos resultan interesantes, entablar conversaciones y generar vínculos. En este sentido, las primeras impresiones son clave para que alguien quiera conocer más a fondo a otra persona, siempre que esta última exhiba rasgos que la hagan atractiva o interesante para los demás. En este juego, la apariencia es subjetiva, y una primera impresión puede ser positiva o negativa según la apreciación de cada persona.

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Por lo general, creemos conocer bien a los demás a partir de los rasgos que muestran en un primer encuentro. Sin embargo, esto puede ser una verdad a medias. Un individuo podría estar fingiendo una personalidad para lograr un propósito, o bien, los demás podrían formarse una idea errónea sobre él. También puede suceder que sí esté mostrando una parte auténtica de su personalidad, pero sin revelar completamente su verdadera esencia, algo que solo se descubre con una relación más cercana e íntima.

En la mayoría de los casos, las personas tienden a proyectar una imagen que genere buenas impresiones, independientemente de si esta es genuina o no. Instintivamente, buscamos pertenecer a ciertos grupos sociales y compartir un ambiente de sociabilidad y buena compañía. Ahora bien, si alguien se forma una idea positiva o negativa de otra persona (o de nosotros mismos), eso es un asunto propio de quien juzga. Ninguno de nosotros está plenamente capacitado para comprender a la otra persona en su totalidad. En este sentido, es fundamental no dejarnos influenciar por comentarios u opiniones externas, pues la realidad de cada individuo es distinta. Ponerse en el lugar del otro es difícil si no hay experiencias de vida similares.

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Juzgar es más fácil que conocer verdaderamente a alguien. La mayoría de nosotros nos dejamos llevar por primeras impresiones, creyendo erróneamente que reflejan de manera definitiva cómo es una persona en su totalidad. Si las personas te juzgan sin tener una mínima idea de quién eres realmente, no deberías dar importancia a esas opiniones mientras estés en paz contigo mismo y con la vida que llevas. Ahora bien, dependiendo del contexto, si decides aparentar determinadas actitudes para conseguir un objetivo, tendrás que aceptar que recibirás comentarios positivos o negativos en función de la imagen que proyectes.

Lo más importante es mantener nuestra esencia, saber quiénes somos cuando estamos a solas, porque eso determina el tipo de vida que llevamos y las personas con las que nos rodeamos a diario. Las opiniones ajenas no deben afectarnos, ya que nuestra calidad humana se mide por la forma en que tratamos a quienes realmente estimamos y queremos en nuestra vida.

Aquellos que hablan a espaldas de los demás lo hacen desde su propia perspectiva, reflejando miedos o inseguridades que no han sabido gestionar. Emitir juicios negativos sobre alguien puede ser un mecanismo de defensa cuando esa persona nos recuerda aspectos de nosotros mismos que no hemos resuelto. Este tipo de pensamientos y comentarios son comunes, especialmente cuando alguien proyecta una personalidad que genera en otros admiración o rechazo, ya sea por su manera de expresarse o por la forma en que se relaciona con los demás.

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Recordemos siempre que somos nuestros mayores aliados. Independientemente de lo que digan los demás, debemos pensar y actuar conforme a nuestras propias convicciones. Al final, la vida es nuestra, y pocas personas —o tal vez nadie— pueden experimentar verdaderamente lo que vivimos.

Estar bien con uno mismo es lo mejor que podemos hacer. Si el mundo opina bien o mal de nosotros, significa que algo estamos haciendo.

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