Benjamin Franklin

“Bien hecho es mejor que bien dicho” Benjamin Franklin

“Bien hecho es mejor que bien dicho” Benjamin Franklin

Sabemos, por ley de vida, que nuestras acciones valen más que mil palabras. Cada acto que realizamos en cualquier ámbito refleja nuestro compromiso y nuestra capacidad para afrontar situaciones de forma asertiva. Este principio debería ser un ideal en el pensamiento de toda persona, especialmente al comprometerse en decisiones importantes que implican acciones concretas para alcanzar metas, objetivos o proyectos trascendentes en la vida.

Alcanzar metas y objetivos  que sean importantes para nosotros.

Cuando prometemos algo, ya sea mediante palabras, acciones o decisiones que involucran a una o más personas, la percepción que los demás tengan de nosotros dependerá de nuestra capacidad para cumplir lo que decimos. Por eso, antes de aceptar solicitudes o favores, es crucial reflexionar si realmente podemos cumplir ese compromiso. De lo contrario, podríamos ser percibidos como personas inmaduras e irresponsables. En general, tratar con personas puede ser un desafío, especialmente en contextos de compromiso donde debemos cumplir con lo que decidimos. Por ello, es fundamental actuar con convicción y conciencia.

La confianza que generamos al interactuar con los demás se basa en la coherencia entre nuestras palabras y nuestras acciones. Esto implica trabajar en nuestra seguridad personal y no dejarnos vencer por las dificultades que puedan surgir. Cumplir con un favor, una tarea laboral o cualquier encargo requiere responsabilidad y dedicación. Al rodearnos de personas observadoras, estas fácilmente notarán si somos capaces de cumplir lo que prometemos. Por lo tanto, debemos ser sinceros con nosotros mismos y evaluar si estamos dispuestos a aceptar ciertas responsabilidades.

El valor de las palabras

El valor de nuestras palabras también es clave para alcanzar metas y proyectos personales. Ser sinceros con nosotros mismos nos ayuda a definir lo que realmente queremos en la vida. A veces, esta introspección puede ser compleja, especialmente si no tenemos claridad sobre nuestros objetivos o si los cambiamos constantemente sin sentir verdadera pasión por ellos. Sin embargo, una vez que identificamos nuestras prioridades, la fuerza de voluntad y el compromiso personal nos impulsarán a ser una mejor versión de nosotros mismos.

La frase “Bien hecho es mejor bien dicho” de Benjamin Franklin, nos invita a pensar que lo más importante son los actos que realizamos en cualquier circunstancia de la vida, sea para cumplir con los compromisos que tenemos con otras personas, y para cumplir con nuestros propios objetivos de vida. Debemos centrarnos más en nuestras propias acciones para generar cambios significativos, que estar pensando sobre cómo vamos a emplear determinadas palabras si no somos capaces de llevarlas a cabo en la realidad.

Es mejor pensar menos, y accionar más.

Si nos acostumbramos a decir palabras que comprometan nuestro sentido a la responsabilidad de actos, obviamente, debemos tratar de cumplirlas a cabalidad, ya sea si hicimos algún trato con x persona o para nosotros mismos, porque de no hacerlo solo serian palabras vacías sin ningún tipo de peso.

Cumplir nuestros compromisos por medio de la palabra.

Al final, lo que importa es nuestra capacidad para aceptar o rechazar ciertas peticiones, favores o tareas, independientemente del contexto o la relación. Las personas nos valorarán por nuestro compromiso y por la seriedad con la que asumimos nuestras decisiones. Asimismo, el compromiso con uno mismo es fundamental para crecer, ya sea al mejorar una habilidad, alcanzar una meta o trabajar en aspectos personales que consideramos importantes.

Seamos personas que cumplen lo que prometen. Más allá de las palabras, actuemos con coherencia y responsabilidad en nuestro día a día.

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