Cuando hablamos de las expectativas de vida que tiene cada persona, sabemos que estas pueden agruparse en objetivos o metas personales importantes para quienes se toman en serio el diseño y la planificación del tipo de vida que desean. Tener expectativas implica contar con razones para seguir mejorando en cualquier área de desarrollo que nos interese, siempre que tengamos ese deseo de crecer y avanzar. De lo contrario, podríamos quedarnos con el dolor del arrepentimiento por no haber hecho lo necesario para cambiar algún aspecto que obstaculizara nuestro desarrollo personal.

En el contexto de ser una persona que se preocupa por su desarrollo, y que desea cumplir con sus objetivos de vida tiene expectativas muy altas en la vida. En cambio, alguien que no tiene mucha ambición y solo vive el día a día, es una persona que vive relajada sin mayores preocupaciones por su futuro. Por lo tanto sus expectativas son modestas y no sufre mayores estrés de por medio.
Tener expectativas de vida ambiciosas nos somete a una prueba constante de superación personal. Si somos conscientes de nuestra realidad y sentimos que algo no nos gusta, naturalmente buscaremos cambiarlo para evitar futuros arrepentimientos. Si decidimos escoger el camino de la realización personal, debemos pensar y planificar que es lo queremos de la vida en general. Si vamos recorriendo un camino que no nos satisface del todo, es el momento de empezar a listar todo lo que nos hemos pospuesto para volver a retomarlo, y vivir la vida bajo nuestros propios términos, bajo nuestras propias expectativas.

Una vez que tenemos claro lo que queremos, también debemos lidiar con los obstáculos que conlleva soñar con una vida mejor. Estos desafíos nos ponen a prueba y refuerzan nuestra tenacidad cuando buscamos alcanzar algo importante. Por ello, es esencial soportar los altibajos de la vida, pues estos fortalecen nuestro coraje y determinación. Cada vez que nos replanteamos mejoras en áreas específicas, nos encaminamos a una versión más evolucionada de nosotros mismos. Si aspiramos a trascender, debemos evolucionar constantemente en nuestra forma de pensar y en nuestras expectativas, de modo que estas den sentido a nuestra existencia.
Nuestras expectativas de vida
Dependiendo de cuales sean nuestras expectativas personales, nuestra vida será un reflejo fiel de ello. Tanto para aquellas personas que tienen expectativas muy altas, y otras que son más mesuradas en sus deseos, o que prácticamente viven en el día a día sin objetivos, toda alegría y sufrimiento depende de nuestra propia perspectiva para mirar las cosas si es que somos consciente de que todo pasa por nuestra mente. Si comprendemos que todo pasa por nuestra mente, podemos diferenciar entre quienes viven al máximo para explorar su desarrollo y quienes prefieren la tranquilidad del presente sin mayores complicaciones. Estos últimos, sin duda, parecen disfrutar más la vida o, al menos, aparentan no tener muchas preocupaciones debido a sus expectativas más simples.

Sin embargo, tampoco debemos juzgar a aquellos que viven una vida con cero expectativas van a quedarse estancado, o tendrán ciertos problemas existenciales sin una motivación de por medio. Si alguien decide vivir el momento presente sin preocuparse por el futuro, esa también es una expectativa válida, basada en el deseo de una vida tranquila, sin la autoexigencia de cumplir objetivos ambiciosos o de encontrar un propósito más allá de la rutina.

La frase “La vida es cuestión de expectativas” sugiere que, según cómo concibamos la vida, experimentaremos paz o insatisfacción a medida que nos cuestionemos si queremos seguir progresando o conformarnos con lo que ya hemos logrado. En ese sentido, todo es cuestión de saber que es lo queremos de la vida en general. Una vez que resolvemos esta interrogante y elegimos los caminos que guiarán nuestro destino, podremos evaluar nuestro grado de satisfacción según si alcanzamos nuestras metas o si, simplemente, estamos en armonía con la vida que escogimos.
Independientemente de las expectativas de vida de cada persona, lo ideal es disfrutar del proceso y no martirizarse por ello. Si la vida es, en esencia, una cuestión de cómo pensamos y percibimos las cosas, entonces entenderemos que tenemos más control del que creemos. Vivamos como deseamos: con metas o sin ellas, con grandes ambiciones o en búsqueda de paz. Lo importante es ser sinceros con nosotros mismos y comprender que la vida es un viaje de exploración, con momentos para enfocarnos en nuestros objetivos y otros para simplemente disfrutar el presente.