Si varias veces en nuestra vida hemos dejado pasar oportunidades que, a simple vista, parecían interesantes de aprovechar pero no las tomamos debido a nuestra falta de seguridad o confianza en nosotros mismos, es probable que el arrepentimiento por no haber actuado en su momento sea tan grande que incluso hoy nos mortifique. Ese arrepentimiento puede generar sentimientos de ira y frustración, al no saber cómo aceptar o resignarnos a haber dejado escapar algo que pensábamos podría ser una gran oportunidad para nuestra vida.
En ese sentido, es importante tomar en cuenta que cuando dejamos escapar algo, debemos pensar siempre que vendrá algo nuevo si es que somos conscientes de que la vida siempre nos brindará oportunidades en el camino porque, si todavía seguimos pensando en el “qué hubiera pasado si…”, no podríamos avanzar, o abrirnos a otros caminos que posiblemente llegarán a nuestra vida. Por lo tanto, si en algún momento dejamos pasar una oportunidad debido a la indecisión, lo ideal es pasar la página, dejar atrás esos pensamientos y continuar con nuestra vida de forma tranquila y sin remordimientos.

Independientemente de los resultados que hayan llegado a nuestra vida, debemos ser más comprensibles con nosotros mismos, ya que nadie es perfecto en cuanto a las decisiones que uno puede elegir en el día a día. De todas maneras, el lema siempre será en arriesgar, y tomar una decisión en el momento para evitar posibles arrepentimientos que pueda afectarnos en el desarrollo y crecimiento de nuestra vida.
Aunque cada persona es un mundo, quiero mencionar casos o contextos comunes en los que posiblemente perdimos oportunidades debido a la falta de convicción, o por circunstancias externas que influyeron en nuestra decisión final.
Tres casos para ejemplificar
El primer caso común es la elección de una carrera universitaria, una decisión fundamental que determina, en cierta medida, el rumbo de nuestra vida profesional. Elegir una carrera no es fácil, ya que implica tener claridad sobre nuestros intereses y objetivos, algo que muchas veces no está completamente definido en ciertas etapas de la vida. Es mejor tomarse el tiempo necesario para reflexionar que apresurarse por presiones externas o momentos fugaces que pueden llevarnos a decisiones tomadas desde la inseguridad. Esto podría pasarnos factura a corto, mediano o largo plazo.

El segundo caso común es el de mudarse de casa o dejar el hogar familiar para independizarse. Este paso implica grandes cambios, como asumir responsabilidades y construir un camino propio. Sin embargo, esta decisión debe tomarse con seguridad. Irse sin un plan claro o por obligación puede resultar en desafíos emocionales y prácticos difíciles de superar. Es importante que este cambio sea el resultado de una decisión consciente, ya que afecta tanto nuestra autoestima como nuestra capacidad para afrontar nuevas realidades.

Al final, se trata de llevar nuestra vida a un siguiente nivel de conciencia sobre lo que pensamos y deseamos para nosotros mismos. Pero, ¿qué sucede si no tenemos el convencimiento necesario? O, muchas veces, por circunstancias de la vida, ¿nos vemos obligados a irnos? La falta de decisión para dejar el hogar, puede causar problemas desde el inicio de nuestra nueva aventura. Esta situación puede manifestarse en la falta de un plan o de una dirección clara, lo cual afecta nuestra brújula mental, esa que nos permite enderezar nuestro norte si somos conscientes de las acciones y decisiones que tomamos cada día.
En este contexto, nuestra capacidad de tomar una decisión propia se ve reducida si no somos capaces de enfrentar las decisiones que otros toman por nosotros, lo cual afecta a nuestra autoestima y agrava aún más el problema de la indecisión al momento de decidir sobre nuestro propio destino, que muchas veces no coincide con lo que verdaderamente deseamos para nuestra vida.
El tercer caso común se refiere a la indecisión de alejarnos de personas que afectan nuestra salud física o mental. En estas situaciones, es vital ser conscientes de cómo nuestras relaciones influyen en nuestro bienestar. Si alguien no aporta valor a nuestra vida o genera conflictos constantes, es mejor tomar la decisión de apartarnos. Mantener vínculos tóxicos por miedo o apego puede tener consecuencias negativas para nuestra autoestima y estabilidad emocional. Debemos priorizar nuestro bienestar, aunque esto implique alejarnos de personas con quienes hemos compartido momentos importantes.

Estos tres ejemplos reflejan momentos de indecisión que muchos hemos vivido. Aunque podamos mencionar otros casos, la idea central es analizar las diferencias entre actuar con claridad y convicción, o desde la duda e inseguridad. Las decisiones tomadas con claridad suelen estar alineadas con nuestros objetivos y valores, lo que nos permite manejarlas mejor y crecer a nivel personal.
Como mencionamos en el tercer párrafo, independientemente de los decisiones o indecisiones, conscientes o inconscientes, siempre tendremos un margen para mejorar o corregir cada decisión que hemos llevado a cabo en nuestras vidas. Lo importante de todo esto es que no debemos sentirnos en desgracia por todo lo que hemos hecho por culpa de una, o varias indecisiones que hemos afrontado en distintas circunstancias de nuestra vida. Es una experiencia más en el camino para encontrar nuestra paz mental, y quizás, porque no, nuestro propósito de vida. Incluso, el arriesgar por algo que sentimos que vale pena de hacer independientemente de los resultados, dejará nuestra conciencia tranquila si hacemos todo lo que está a nuestro alcance.
Todo depende de ti: no dejes que las decisiones del pasado, buenas o malas, te definan. Recuerda que todo pasa por algo, y debemos ser valientes para seguir adelante, arriesgar y dar lo mejor de nosotros para lograr los cambios significativos que fortalezcan nuestro bienestar personal y nuestro espíritu.