Cada vez que nos proponemos realizar algo, las razones que nos llevan a tomar acción suelen estar relacionadas con los beneficios de mejorar nuestra persona en determinadas áreas de la vida. Esto nos motiva y nos impulsa a poner todo nuestro entusiasmo en alcanzar un objetivo que, dependiendo de las circunstancias, puede representar el todo o nada en nuestro camino personal. Sin embargo, puede suceder que, en un momento dado y debido a distintos acontecimientos que tal vez preferiríamos no admitir, dejamos de avanzar y permitimos que la procrastinación se interponga, debilitando nuestra fuerza de voluntad y afectando nuestra capacidad para mantenernos enfocados en nuestras metas personales.
Además, si en algún momento, bajo un estado de entusiasmo, les contaste a personas cercanas o ajenas sobre los objetivos que persigues, o compartiste algo sobre lo que deseas lograr, es probable que, al abandonarlo, esas personas se enteren. Inicialmente, por cortesía, tal vez te apoyen con ánimos o consejos si te conocen bien. Y aquí radica la clave: si eres una persona que aprecia el apoyo de los demás, pero no depende de ello para seguir adelante, y actúas por tu cuenta, ya posees una fortaleza mental notable que te permite avanzar a pesar de las dificultades que puedan surgir. Sin embargo, si tiendes a dejarte llevar por las circunstancias adversas y esperas que alguien te levante del fondo, será difícil superar la barrera de la consistencia para alcanzar tus metas o recuperarte de un fracaso, ya que estarás condicionado por la opinión de los demás sobre las decisiones que debes tomar para avanzar en la vida.
Depender del apoyo externo también puede generar otra consecuencia: la procrastinación, lo que te lleva a posponer o incluso a no realizar ninguna acción para continuar en el camino hacia tus objetivos, a pesar de las dificultades que se presenten. Por lo tanto, nuestra capacidad de resiliencia es clave para mantenernos enfocados en nuestro desarrollo personal y no caer en hábitos que desperdicien nuestro tiempo y energía.
Nuestro único apoyo
Debemos entender que nuestro principal apoyo somos nosotros mismos. Ahora, podrías decir: «No, también hay personas que se preocupan sinceramente por nosotros». Y claro, es maravilloso que haya personas que comprendan nuestra situación y nos apoyen. Sin embargo, ellos no pueden darnos el impulso o la acción concreta que necesitamos, porque eso depende de nosotros para dar ese primer paso en la búsqueda de nuestra recuperación y en la consecución de nuestros objetivos. Al hacerlo, los demás también notarán un cambio en nuestra actitud, y es posible que se vuelvan más cercanos sin necesidad de pedírselo, generando una reciprocidad basada en la confianza para tratar asuntos más personales.
Al final, somos nosotros quienes debemos lidiar con nuestros propios temores e indecisiones. Por eso, es necesario un profundo trabajo de introspección para comprendernos y saber por dónde comenzar cuando atravesamos un bache en el que nos sentimos perdidos. Solo contamos con nosotros mismos para dar ese primer paso hacia la recuperación de nuestro bienestar físico y mental.